¿Dónde está el norte? ¿Podemos localizarlo?
¿Cuál de ellos?
¿El metafórico, aquel que quisiéramos amarrar con una soga frente a nosotros, a dos palmos de la nariz, mientras intentamos convertir la telilla de las cataratas en brújulas atinadas? ¿O el geográfico, ese otro que algunos viajeros del sur memorizamos en el GPS?
Para localizar el primero habría que lanzar la brújula al pozo más escondido que encontráramos en esos andurriales desconocidos que hay bajo la epidermis.
Para el segundo, es fácil: carretera y manta.
Pero, a veces, ocurre que ambos llegan a coincidir o, para ser más precisos, es más sencillo encontrar o, al menos, vislumbrar el primero estando en el segundo.
La metáfora se metaboliza de tal manera, que el viajero del sur, sediento, sudoroso, cegado por la calima, asfixiado por los espejismos ocres de las tierras interiores, llega al norte y se le aligera la mochila que lleva en la espalda: El contacto con la hierba, limpia sus suelas de barro; la llovizna de la tarde, sacude su ropa de arena; el intenso azul del mar, le humedece las pestañas; el verdor de las montañas y el espesor fresco de los bosques, dan un soplo de aliento a su alma.
El norte, el nuestro, el de aquí (no el Polo Norte), ese que está entre el Cantábrico y su cordillera, y dentro de ese norte: Asturias.
Norte, presente.
Lugar donde la realidad y la ensoñación se funden.
Norte, pasado y futuro. Norte, útero y meta.
Con fotos del pasado año, un vídeo refrescante. Algunos
lugares del oriente asturiano: Unos conocidos; alejados
otros de las rutas turísticas convencionales.