jueves, 16 de junio de 2011

Y, tú... ¿Trabajas o escribes?


No hace mucho conocí a una pintora que no vende cuadros, tampoco los expone, no encuentra una sala, una galería o una administración pública dispuestas a cederle un espacio para mostrar, durante un tiempo, sus obras. No por ello deja de pintar. Personalmente me alegro de que no deje la pintura, sus cuadros me gustan y, sobre todo, me emocionan.

Igualmente, conozco a una escritora –a ésta desde hace tanto que ni me acuerdo- que escribe, no escritos breves –aunque también- sino relatos largos, novela. Es decir, un trabajo duro, continuo, sistemático, tanto como el de la pintora. Tampoco ella vende libros, sus novelas son inéditas, no ha encontrado aún un editor dispuesto a publicar sus obras. No por ello deja de escribir.

Las dos, aun careciendo de padrinos, continúan erre que erre, ¿tal vez, por aquello de que el hambre agudiza el ingenio?

La pintora no dice: soy pintora; dice: yo pinto.

La escritora no dice: soy escritora; dice: yo escribo.

Y, ambas, lo dicen con un hilito de voz, con cierto rubor, casi como si estuvieran pidiendo disculpas o excusándose por esa su estrambótica labor.

Tal vez un día la pintora exponga y venda cuadros y la escritora encuentre un editor y venda libros. Tal vez un día puedan recibir una remuneración por su trabajo (lo cual, por otra parte, no les vendría nada mal, entre otras cosas porque ambas forman parte de esos cinco millones que religiosamente pasan por el INEM para renovar su demanda; aunque esa es otra historia).

Quizás, si eso sucediera -si vendieran cuadros y libros-, una podría decir: soy pintora, y la otra: soy escritora. Verbo “ser” en vez del verbo “hacer”. Y lo dirían con un tono de voz natural, como si dijeran: soy administrativa, camarera, abogada, fresadora, profesora, médico, jornalera…, y me dejo la piel en la oficina, en el bar, en el despacho, en la fábrica, en el aula, en la consulta, en el tajo…, como mínimo ocho horas de mis días. Sería un alivio.

Un alivio porque dejarían de intuir en las miradas ajenas una curiosidad que no se les escapa (a veces, curiosidad teñida de condescendencia); no se trata de una curiosidad debida a que la tarea que realizan no sea frecuente estadísticamente, no, no se trata de eso, sino de una curiosidad que viene del que otros no consideren esa su tarea como un trabajo, sino como una simple actividad, y para más ende (y aquí está el quid) una actividad de entretenimiento, fantasiosa y caprichosa.  

¿Por qué? Es sencilla la respuesta: porque no sacan un céntimo de ella. Si lo sacaran, la percepción que de ellas se tiene cambiaría, aunque sus obras sigan siendo las mismas, es decir, independientemente de la calidad alta, mediana o pésima que puedan tener. En ese caso, no se daría ese tipo de curiosidad, ya no las mirarían como buscando la tara en su proceso de fabricación, serían tildadas de normales normalísimas, la actividad de entretenimiento caprichosa y fantasiosa se convertiría en un trabajo más o menos duro (según el observador), y sus jornadas, medios y espacios serían tan valorados y respetados como los de cualquiera. 


4 comentarios:

  1. Mi corta experiencia me dice que las tareas más arduas, por las que alguien se deja la piel, los ojos y el sueño, con las que uno se siente en verbo "ser" además del "hacer" no están remuneradas.

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  2. Mientras se escribe, se pinta, se compone, etc. -si se hace de esa manera (ser)-, no se piensa en si va a gustar o no, en si se va a vender o no, no se piensa en nada externo a esa obra (malo sería si se pensara). Pero una vez concluida la tarea, detrás de la cual puede haber meses, años de trabajo y, sobre todo, si esa obra gusta a quienes pueden acceder a ella (verla, leerla...), y si hay cierta unanimidad en ello, debiera de dársele una oportinad para que más gente la conociera. Y, de paso, el autor podría recibir alguna remuneración por su trabajo (los autores no son seres etéreos, también comen...).

    La reflexión de la entrada (algo irónica, quizás) se refería sobre todo a la percepción que los demás tienen de las personas que escriben, pintan... -no de un modo circunstancial o esporádico, sino continuo- y de la valoración y respeto hacia esa tarea, dependiendo de si venden o no, y, como decía, independientemente de la calidad de la obra.

    En cualquier caso, en lo que respecta a la escritura, nadie escribe para sí mismo (excepto la poesía y, tal vez, tampoco). Creo que una vez concluída una obra de ficción, el escritor -igual que antes no pensaba en ello- quiere verla publicada y que sea leída por otros.

    La escritura y cualquier otro arte, de otra manera, no tendrían sentido.

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  3. manten tu filosofia, no pierdas tus sentimientos ,sigue siendo tu misma, llegaras muy lejos, estoy segura de ello.

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  4. Tiscar14, qué positiva y optimista eres. A ver si aprendo de ti.

    O por lo menos, me decido a comprar una vela blanca y un lazo amarillo; lo que pasa es que puede tambalearse, de tanto papelito que pondría debajo (no se trata de egoísmo, ni acaparamiento; me parece que lo sabes).

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