miércoles, 9 de noviembre de 2011

Paseo Poético En Córdoba

Una idea siempre parte de alguien, en este caso la idea del paseo se le ocurrió a Mané, quien lo planificó con un par de semanas de antelación. Llega el día D, 11.30 de la mañana en la Plaza de Colón. Un domingo de octubre. No es un domingo otoñal, el verano, persistente y acaparador,  extiende sus tentáculos más allá de su estación. Una vez reunido el grupo convocado comienza el paseo. Se trata de ir al encuentro de la poesía; de los poemas y poetas que ofrecen su presencia perenne  en los rincones y fachadas de la ciudad. El primer turno de lectura es de Carmen, junto a la hermosa y desasosegante plaza de Capuchinos (sí, desasosegante por su extrema sencillez; aunque pueda parecer contradictorio esta plaza no llama a la calma sino al cosquilleo interior; al menos eso le ocurre a la que escribe). El poeta de esta primera lectura es Mario López perteneciente al Grupo Cántico; el poema se encuentra incrustado en el encalado muro. 


Continuamos hacia la plaza de Séneca en donde Miguel procede a la lectura de versos y sentencias del pensador cordobés que da nombre a la plaza. Asentimientos y sonrisas en el grupo de amigos participantes en el paseo. Salimos de la plaza sintiéndonos un poquito más sabios de lo que éramos a la llegada. 

En la plaza de Jerónimo Páez, junto al Museo Arqueológico,  hacemos el primer alto en el camino. La lectura seca el paladar y el acto de pensar (según estudios científicos recientes) da sed. Por tanto, es la hora del vermú o de la primera cerveza. Y a varios metros sobre el subsuelo en donde yace el Teatro de la Córdoba Romana, de Corduba, concretamente sobre el lugar que ocuparon los músicos, regamos nuestro paladar (y nuestras neuronas) para ser capaces de proseguir con el poético paseo. Y a partir de aquí se alternarán poesía y copas y degustación de viandas. No sabemos bien si la poesía es la excusa para irse de tascas o, por el contrario, si el tapeo es la excusa para ir en busca de la poesía. ¿Qué más da? La compatibilidad de ambas actividades es perfecta; ambas se refuerzan multiplicando el placer que por sí solas producen.

La próxima lectura, siguiendo con Séneca, la realiza Leonor junto a la columna de los Anneos, esquina del convento de la Encarnación. Una columna de Roma sostén de un convento cristiano. El reciclaje, desde luego,  no es una moda reciente.

Junto a la Mezquita, antes de atravesar el Puente Romano en busca de otros poetas y versos, recalamos en el bar Casa Santos, toda una institución; cerveza fresquita y, por supuesto,  la tortilla de patatas, ineludible para quienes recorren la judería cordobesa; nuestra barra: los poyetes exteriores del muro de la Mezquita.

 
 Tras el piscolabis atravesamos el Patio de los naranjos, y entre poema y cerveza, alguna coplita y algún bailecito a cargo de unas amigas muy dicharacheras (y con voces espléndidas, todas; aunque la mención especial puede ser para Toñi J.) (surge la idea de organizar un futuro paseo cantarín).

En el puente, sobre el Guadalquivir, cerca de la torre de la Calahorra, nos detenemos: Toni lee un poema propio; es un poema precioso, evocador, que hace referencia a otra época y a otro lugar, pero al mismo río.

Y en tierra firme, en la otra ribera ya, Josefina lee los versos de Lorca inscritos en un monumento de granito con forma de cola de pez. Los oyentes miramos el Puente, el río, la Puerta del Puente, la Mezquita, la arboleda de los Sotos de la Albolafia; la emoción se extiende escuchando la voz de Federico en otros labios y mirando el mismo paisaje que sus ojos contemplaron cuando al fin llegó a la deseada Córdoba lejana y sola, tan sola como el poeta lo está en algún olivar perdido de su Graná

 
A pocos pasos, nos detenemos a comer en la terraza de un hotel; el lugar ha sido elegido por las vistas: ante nuestros ojos la panorámica de uno de los conjuntos monumentales más bellos e impresionantes de Occidente.

Tras la comida, en la misma orilla, Mané lee un poema de Juan Bernier, perteneciente al Grupo Cántico. Inmaculada improvisa leyendo al azar poemas de un libro editado por Cosmopoética. Le siguen otras improvisaciones. Volvemos a cruzar el Puente Romano, para que Ana, junto al Triunfo de San Rafael, pueda leer un poema de Luis de Góngora que, como otros, cuelga de los muros de una ciudad cuajada de poesía.

Continuamos el paseo  hasta llegar a la arboleda del Campo Santo de los Mártires. Junto al monumento a Los Amantes, Leocricia  lee los versos de amor inscritos en la piedra (lo están en español y en árabe), poemas escritos hace diez siglos por amantes que se inspiraron un amor pasional y eterno (aunque puedan parecer términos contradictorios): los versos de Ibn Zaydun y de la princesa Wallada, culta y hermosa, hija del efímero califa cordobés al-Mustakfi y de una esclava cristiana.


Algo antes de las cinco detuvimos de nuevo el paseo para tomar café en la Casa de las Pavas (hoy hotel Casas de la Judería), en donde nació Luis de Góngora en 1561. ¿Acaso podía haberse elegido un lugar mejor? Entre sorbito y sorbito se improvisan lecturas. Vuelven a leer los que ya han leído, también otros que aún no se han estrenado (Daniel, Antonio). Y las estupendas voces vuelven a cantar. Otros escuchamos y hacemos fotos; con la excusa de las cámaras nos libramos de la lectura y del cante (presiento que en el futuro seremos los primeros).  

Tras un buen rato en la antigua casa de Góngora, proseguimos el paseo hasta la calleja del Poeta Ricardo Molina (antigua calleja de la Imprenta) en donde Pepe leyó los versos de la Elegía XVII, escritos, cómo no, por dicho poeta que, como otros de los leídos, perteneció al influyente grupo de poetas cordobeses, Cántico. Después proseguimos hacia la calle Cara en busca del monumento y de los versos de Ibn Suahid; hermoso poema que nos mostró Mané.

 
Y pasadas las seis terminó el paseo, por unanimidad, no por que no hubiera lugares y poetas para continuar. Quedó, tal vez para otro domingo soleado (y menos caluroso), parte de la agenda proyectada por Mané: Duque de Rivas y sus añoranzas de Córdoba. En el Palacio de Viana: Vicente Núñez, Juana Castro, Carlos Clementson… En la Ermita de la Aurora, Pablo García Baena.

Etc., etc., etc.

La poesía en Córdoba da para infinitos paseos.

4 comentarios:

  1. Para el próximo paseo me apunto!! Tuvo que ser emocionante

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  2. Sí, fue un buen día; además, también nos reímos mucho.

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  3. Acabo de descubrir tu blog...Debió ser un paseo más que bello...Me apunto al próximo, sin ninguna duda.

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  4. Bienvenida Alma y, por supuesto, quedas invitada a todos los paseos (viajes y ensoñaciones...).

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